miércoles, 15 de enero de 2014

El cuento es un género que encierra todo un universo (entrevista a Lola Ancira)




En noviembre del año pasado tuve la oportunidad de presentar en Zacatecas parte de la reciente colección de libros que acaba de inaugurar Pictographia Editorial, proyecto conformado por Juan José Romero y Gabriela Flores, y auspiciado por CONACULTA e INBA, que busca dar espacio a aquellos autores novicios de Centro Occidente que están haciendose camino en el complicado panorama editorial mexicano.
Entre los libros publicados destaca Tusitala de óbitos, un compendio de quince cuentos escritos por Lola Ancira, que busca interpretar el mundo a través del género fantástico extraño y ambiguo, comunes en Francisco Tario, Amparo Dávila, Inés Arredondo y Guadalupe Dueñas, y nos ofrece historias sobre enfermedades extrañas que se aferran a exterminar la raza humana, ideas como laberintos que cautivan a quien las crea, amores que se sugieren como una enfermedad mental o un espejismo engañoso, entre otras que hacen un desfile de criaturas extrañas y hechos siniestros.
Lola Ancira nació en Querétaro en 1987 y estudió Letras Modernas en Español en la misma ciudad. Pertenece a esa estirpe de escritores extraterritoriales, que mudan continuamente de ciudad y hasta de país, como si gracias al viaje fortalecieran su visión sobre el mundo y, por ende, su literatura. Desde niña se dedica al modelaje alternativo para revistas independientes, marcas de ropa o fotógrafos underground y es, también, nativa de las plataformas virtuales como Blogspot, Facebook y Twitter. Vive en Distrito Federal, donde trabaja como editora y modelo freelance. En esta entrevista, que le realicé a través de Facebook, nos habla de su libro, el género cuento y en el proyecto que ahora trabaja.


Joel Flores.- Se sabe que sueles combinar el modelaje con la literatura, ¿a qué se debe y cómo logras compaginar ambas actividades tan diferentes?
Lola Ancira.- La literatura ha formado parte de mi vida desde pequeña a través de la lectura, y en la escritura inicié a la misma edad que en el modelaje, cuando tenía 16 años. Estaba en esa eterna búsqueda adolescente de identidad y motivación en la vida, y lo encontré en esas dos actividades: leer a los maestros del cuento y modelar en pasarelas como modelo alternativa. Compaginarlas, por lo tanto, nunca me ha resultado extraño o difícil, pues me fascinan las características de cada una y el hecho de que sean tan distintas y se desarrollen en contextos tan diversos.
Sin embargo, tras un intento fallido de estudiar la Licenciatura en Criminología, salí del país por un tiempo y al volver retomé la idea de estudiar algo relacionado con la literatura, como eran mis planes años atrás. No ingresé a la universidad pensando, como sucede erróneamente, que saldría siendo una escritora de ficción, pero sí con el objetivo de aprender y ampliar mi conocimiento en este arte y tener las bases necesarias para construir mi formación literaria como lectora, a través de conocimientos específicos y diversas técnicas narrativas. Continué escribiendo y participé en algunos concursos y convocatorias locales durante ese periodo, también publiqué en medios electrónicos de circulación nacional.

Fue en la facultad de Lenguas y Letras de la Universidad Autónoma de Querétaro donde conocí a maestros extraordinarios, que alentaron mi amor por las letras en todo momento y que me apoyaron siempre. Gracias a ellos y al interés personal conocí autores y obras fuera de los programas educativos (que a veces son reducidos). Sin embargo, querer “ser” escritor es un trabajo difícil y hay que ser autodidacta de por vida, no sólo buscar una licenciatura y esperar que todo ocurra por acto de magia. Hay que trabajar en ello y dedicarle todo nuestro tiempo, además de que es “uno de los oficios más difíciles y solitarios”, como muchos escritores lo han dicho. 
J.F.- Retomando tu vida en la licenciatura en Letras, ¿por qué empezaste a escribir cuento y no novela?
L.A.- Empecé a escribir al entrar a la preparatoria, gracias a un proyecto de Español, que era escribir un cuento, precisamente. Después de realizar aquella tarea descubrí que podía expresar mi imaginario a través de pequeñas historias, como las que me encantaba leer. Así que las seguí escribiendo.
Las primeras lecturas que realicé siendo consciente de lo que tenía en las manos fue de cuentos. Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga eran mis favoritos y durante algún tiempo mi único material, así que desarrollé una fijación con la ficción y la narración breve, con el misterio y el horror, con ese sentimiento de extrañeza que despiertan las letras de vidas extravagantes y enigmáticas que configuraron nuevos mundos para aquellos que necesitan explicarse la realidad y el mundo a través de interpretaciones poco convencionales o conocidas. Allí, en ese tiempo, empezó todo para mí: hacer literatura, a través del cuento.
J.F.- Pictographia editorial ha publicado, gracias a que te seleccionaron como una de las jóvenes narradoras más destacadas de Centro Occidente, tu primer libro de cuentos, ¿cómo nace Tusitala de óbitos?
L.A. - Este libro surge de la necesidad de lograr un objetivo con mis relatos: ser leída. Tusitala de óbitos es una compilación de quince cuentos que tienen como temática central la muerte y la desesperación de lo que no pertenece, lo que está fuera de lugar. Tusitala viene del nombre que los aborígenes de las islas del Pacífico Sur le dieron al escritor Robert Louis Stevenson, que significa: “el que cuenta historias”, y óbito es el fallecimiento de una persona, de lo que resultaría “contador de historias de muertes”. Todos los cuentos que lo conforman son inéditos y fueron escritos en un periodo relativamente largo (dos años), siempre con la finalidad de formar un acervo de casos y personajes perturbadores que, al parecer, sólo podrían vivir en el pensamiento.
A través de mi cuentos busco dejar en libertad todas las ideas que me obsesionan, pensamientos inquietantes rodeados siempre de un miedo inexplicable. A través de mis cuentos realizo una búsqueda de todo lo que he ido perdiendo o dejando en el transcurso de mi vida, una especie de metamorfosis que transforma lo desconocido y lo nombra a través de la palabra, memorias que tejen historias creadas en mi inconsciente para intentar comprender el presente perpetuo gracias a un pasado inusual y un futuro inquietante. 
Por otro lado, la idea de publicar un libro estaba presente poco tiempo después de escribir mis primeros cuentos, pero hasta ahora no había tenido el desarrollo deseado como escritora. Al estudiar en la facultad, mi tiempo de escritura creativa se redujo considerablemente, pero nunca dejé de escribir. Pocos meses después de titularme, fue cuando descubrí la convocatoria de Pictographia Editorial y decidí hacer lo posible por reunir el material necesario y participar. Así lo hice y resulté seleccionada. Fue una gratificación muy grande obtener los resultados deseados y saber que mi obra tiene futuro y razón de ser, que finalmente encontré a los lectores que hicieron posible la publicación del libro y que ahora llegaré a muchas más mentes y universos.
J.F.- Nos hablas sobre Tusitala de óbitos y un poco de tu imaginario como escritora, ¿cómo concibes el género cuento y cuáles son tus influencias literarias?
L.A.- El cuento es una narración breve que encierra todo un universo y muchos significados. “Es algo que tiene un ciclo perfecto e implacable, que empieza y termina satisfactoriamente, como una esfera”, (Julio Cortázar, 1980). Su forma sublime nos acerca a un campo poético que comunica, con los artificios del lenguaje y la ficción, historias magníficas y admirables sin necesidad de amplias descripciones o un gran desarrollo de personajes. El cuento aboga por la imaginación y creatividad del lector, en gran parte. Se trata de la liberación de todos los fantasmas y demonios que acechan constantemente al escritor, como lector y ser humano. No por nada Cortázar escribió en Del cuento breve y sus alrededores que es una depuración de emociones que más vale expulsar.
Mis influencias literarias en realidad son muchas, me atrevería a decir que la mayoría de los textos que leo, ya sea cuento, novela, ensayo o poesía. Pero, concretamente, son pocos los autores que siempre tendrán mi eterna veneración: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Edgar Allan Poe y Ray Bradbury.

J.F.- ¿Sueles leer a escritores o escritoras de tu generación, es decir, los nacidos en la década de los ochenta?
L.A.- En realidad conozco y he leído muy pocos, menos de cinco, ya que trato de que mis lecturas estén relacionadas en general con el canon literario y con los Nobel de Literatura, e ir avanzando cronológicamente hacia adelante. Esto únicamente tiene que ver con la cantidad exorbitante de libros y textos que se publican actualmente y los ya existentes, a una lista interminable de lecturas y a un tiempo en parte restringido. Conocer los orígenes y las bases de la literatura me parece más apremiante, de momento.
A los que he leído son Mauricio Caudillo, Joel Flores y Javier A. Moreno. Caudillo es un poeta que retrata las calles de la ciudad a través de una metamorfosis urbana que refleja lo impactante de la modernidad y la industria, que describe cómo ha sido la pérdida de la misma humanidad entre líquidos artificiales y químicos. Moreno “cuenta historias” y “juega con textos” que crean atmósferas y escenarios distópicos y misteriosos, siempre posibles pero inmersos en la ficción. Flores, a través de su narrativa, describe los horrores en los que cierta parte del país se ha sumergido, actos y hechos presentes en la consciencia de una sociedad silenciada y atemorizada. Dos de los autores que he descrito se mantienen al margen de la crítica social, que es lo que precisamente no hace el tercero. Mi explicación es que actualmente hay cierto desinterés por hacer literatura realista debido a la apatía social en que vivimos, lo que vuelve más natural enfocarnos en la ficción y en la creación de explicaciones metafísicas para entender los feroces acontecimientos actuales, no como evasión, sino como posible metáfora.

J.F.- ¿En qué proyecto te encuentras trabajando ahora, en otro libro de cuentos o en la novela?
L.A.- En otro libro de cuentos. Al cuento no lo dejaré de lado nunca, es mi quid. Aún no estoy segura si en algún momento de mi trayectoria trataré de escribir una novela, es algo que no puedo responder ahora. Quizá en ese aspecto sea como Borges, que nunca escribió novela. El cuento y la novela son géneros por completo distintos y uno no lleva al otro ni es su extensión, necesariamente.
J.F.- Para finalizar, ¿cuál es tu soundtrack de trabajo, qué música escuchabas mientras escribiste Tusitala de óbitos?
L.A.-La música que escucho al escribir generalmente es instrumental, con poca o nula vocalización, como Wim Mertens, Ólafur Arnalds e incluso Sigur Rós, y las pocas veces que escucho música con vocalización son generalmente femeninas, como Daughter o CocoRosie, pero lo que tienen en común siempre es que son melodías armoniosas y melancólicas.

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